lunes, abril 07, 2008

La chispa

Me veo en un pantano, rodeado de esa quietud incómoda que anuncia el devenir de lo que se escapa a nuestro conocimiento. A mi derecha e izquierda, se levantan gélidas y mudas unas barreras de hielo descomunales, muros que tapan el sol sin piedad y, lo que es peor, no dan ningún tipo de explicación. El piso se sacude constantemente bajo mis pies, y yo aquí varado; el hielo se me cuela por los huesos mientras que busco alcanzar eso que se me escapa, y sigo aquí, varado.
El anhelo que se desenvuelve frenético en mi pecho no tarda en convertirse en fuego. Un fuego desesperado por derretir los glaciales muros que le impiden crecer, pero que no lo logra, y no atina a descubrir cómo hacerlo. Así, remando y remando, no hago más que manotear inútilmente, y acabo por enterrarme en la arena movediza por completo.
El fuego se vuelve brasa extinguida.
Y así y todo, ese pequeño deseo, esa chispita que supo encender una hoguera, aún hoy palpita adentro. Sé que ronda por ahí, aunque la dura realidad no parezca darle cabida: no hay leña para que encienda. Pero está, y es ese estar lo que mantiene el movimiento de mis piernas, lo que me permite seguir luchando por alcanzar la cada vez más lejana superficie, aunque cada esfuerzo parezca más inútil que el anterior y me termine dejando más lejos de la orilla.
De tanto remar y remar, termino tocando fondo. Tan duras son las rocas que sostenían el suelo que me contenía… ahora estoy indefenso, inerme, y no tengo más que aferrarme a mi pequeña chispa, tímida y asustada por tanto frío.
Me duermo sin más techo encima que las húmedas arenas y sin abrigo que contrarreste la pesada influencia de los glaciares que aún persisten allá arriba. Me levanto y vuelvo a dormir, y así van pasando días y noches. El tiempo, así y todo, parecería estar estancado en este lugar.
En esta sucesión de días vacíos y absurdos, voy arrastrándome lentamente hacia donde intuyo está ubicado el sol ahora. ¡Pobre de mí!, me digo al mismo tiempo… aunque llegaras allí estaría demasiado alto como para estar a tu alcance…
Y sin embargo, esa chispa, tu chispa, me impulsa a seguir.
Y sin darme cuenta, sigo gateando y de pronto veo que estoy no ya con las rodillas en el piso sino que con firmeza, caminando y con paso cada vez más decidido, pues mi andar errante me llevó sin darme cuenta a un barranco que llevaba para arriba.
Un tirón de Su Brazo me ayuda a hacer el último esfuerzo y respirar una bocanada de aire fresco. Me siento lentamente -¡la increíble dulzura del aire libre!- y miro en derredor.
Todo parece igual que antes; sólo yo estoy cambiado, e ignoro si eso implica algún tipo de crecimiento. Lo único que puedo asegurar es que estoy más curtido. Y lo más importante, que tu chispa sobrevivió.
Me meto las manos en los bolsillos para contemplar impotente el panorama de la derrota (salí, sí, pero ¿prendió tu chispa?) y palpo casi sin darme cuenta algo que antes no estaba allí. El largo y penoso forcejeo por el fondo de la tierra me dejó, vaya uno a saber cómo, un puñado de ramitas embarradas en los bolsillos.
Una idea extrañamente ambigua, deliciosa y absurda a la vez, me azota de golpe la frente. Y al final, ¿por qué no? No se perdería nada en el intento…
No, dice mi sentido común con tono enérgico. Ya bastante has ofrecido por esto. Acéptalo, el sol está fuera de tu alcance. Y tu chispa no durará ni dos segundos con semejante parodia de leña.
Pero yo creo en el intento, creo en el perseverar, y prefiero perder una derrota luchada que sufrir por no haber intentado nada. Hoy se me presenta un absurdo por delante, pero tu chispa es demasiado fuerte como para someterse a las leyes de la racionalidad…
Arriesgo mi chispa, preguntándome si algo de ella me quedará cuando fracase mi intento, y enciendo un pequeño fuego. Luego entierro la cabeza entre las rodillas y no pienso en nada más.
No tengo más opción que despertarme, sin embargo, cuando las primeras gotas empiezan a caer sobre mí. Sí, los glaciares se están derritiendo, y no es poca mi sorpresa al comprobar que la pequeña chispa es ahora una hoguera descomunal.
Lentamente, el sol asoma y se encuentra con nuestro fuego.
Se abrasa la Tierra con la fuerza del Amor.

Fue saliendo hoy a la mañana... habla un poco de lo que es perseverar en una búsqueda, de esas que te posesionan por completo y que a veces parecen destinadas al fracaso...
No sé, por ahí me salió con ese estilo "Menapachesco" del que hablaba Facu, pero hoy estaba inspirado para algo así jeje. Tampoco sé si es lo que más, más me copa hablar en un castellano algo desargentinizado (decir por ejemplo "acéptalo" en lugar de "aceptalo"), pero este cuento fue dándose así.

No hay comentarios.: