lunes, abril 20, 2009

Hermano mayor

La lluvia que cae sobre mi, discurre por mi armadura y lava la sangre de la espada que hace tiempo permanecía manchada, y frente a esta tumba, también mis lagrimas caen sobre el terreno y lavan el dolor de hace tiempo, que como espina clavada en mi corazón, atormentaba en mis sueños. Y en cuanto pueda moverme me iré, pero ahora solo conservo este momento en mi corazón, aun bien no se como se siente.


La lluvia espesa nubla la visión de este jardín donde yacen tus restos. Los pájaros se refugian bajo algunas ramas, protegiendo los huevos de sus nidos para que no se mojen y no pierdan la vida sus futuros pichones, mientras que otros se refugian bajo las vigas internas de la mansión donde muchas cosas hemos vivido, y no las repetiremos.

¿Por que te fuiste? Los dos sabíamos que no tenías que irte.

Me habías prometido volver, y esta vez no parecía un de esas promesas hechas por un mero cliché, era seria, y todos lo creímos, sobretodo yo. Ya se que solo era un niño y pude haber creído a tus palabras hermano, porque yo creía todo lo que me decías. Eras mi héroe, mi aliado, mi amigo, mi padre, y siento no haber nacido antes y partir contigo, y morir junto a ti, y se que llorar es inútil porque la tristeza no te trae de vuelta, solo me recuerda porque te quería tanto. Hermano, ¿Te hubiera enorgullecido ver como vengué tu muerte? Si solo supiera cual sería tu expresión, esperaría que fuera esa sonrisa que tenías conmigo, como cuando te regalé ese bastón con tu nombre tallado, y si bien los símbolos no eran claros lo usabas siempre cuando salías al mercado, porque no querías que me enojara.

Eras en verdad un gran hermano, paciente, comprensivo y compañero, y se que las escasas veces que te has enojado conmigo era para que entendiera, no por malicia. Como aquella vez en la que me diste una bofetada en la entrada de nuestra casa, y enojado me dijiste que no hablara mal de nuestros padres nunca más. Se que tu extrañabas mucho a papa, y también lamento no haberlo conocido mucho. Solo me quedan vagas imágenes de el jugando conmigo o en su salón de entrenamiento enseñándote a ti y a los demás muchachos. Quiero que sepas que después de mi regreso, los muchachos de la escuela decidieron que sea yo quien herede la escuela de combate, y creo a que se debe que se enteraron como vencí a ese maldito que te mató. Sabes, no fue tan fácil, ni siquiera tomar la decisión de hacerlo, se que en el fondo no lo hubieras aprobado, y sin embargo supe aquella noche en la que hubieras festejado tu cumpleaños, si no hubieras muerto, que ese era mi deber hacia ti y nuestra familia.

Antes de que saliera de viaje llegó ella, tú sabes, la que solía ser tu prometida antes de que partieras. Se que la amabas, me entere ese mismo día. Ella me pidió que no lo hiciera, que la venganza no sanaría nuestros dolores, pues ella no quería que yo también me arriesgara a fallecer como te sucedió. Hablamos un rato y me contó lo que sentías por mí. Lloró y suplico que no me marchara, que no tu no hubiera querido ver mas sangre derramada, no era tu voluntad, y su tristeza no me recordaba a aquella muchacha que solía se antes cuando se la presentaste a nuestra madre, hace años.

En aquel entonces recuerdo, se veía siempre sonriente, y jugaba conmigo también. Me tomo afecto enseguida, y en verdad yo se lo tome también, despues de un tiempo por supuesto, pues en realidad temía que desplazara el lugar de madre, hasta que entendí que no sería así y ella, para mi, se convirtió en una hermana. De hecho nunca olvidaré la vez que de noche asustado después de un mal sueño fui a tu cuarto a buscarte, y te encontré con ella abrazados sin ropas. Ambos se pusieron rojos y se taparon (tarde años en entender que estaban haciendo en verdad), te acercaste apenas cubierto y en vez de retarme, me invitaron a pasar al cuarto, me escucharon, me consolaron hasta que me dormí, y ustedes se durmieron conmigo.

Cuando me despedí de ella en la entrada de casa, su llanto me trajo a la mente aquel día que yo tambien te despedí, creyendo que regresarías, y por un momento me detuve, igual a como vos hiciste, la mire a ella y le dije que regresaría, aunque sea para despedirme una vez mas, pero no antes de vengarme. Y tan solo con salir de casa, cargando con mi armadura, mi espada y mis recuerdos… tantos recuerdos, y si embargo parecen tan pocos una vez pasados, ¿Y a mi de que me sirven?

Esa tarde el monje con traje de luto traía cartas a las casas, la cuales informaban a las familias del fallecimiento de aquel que había partido. Tantas veces paso cerca de casa sin parar, hasta ese día. Madre al verlo dejó caer la escoba, y tímidamente tomo la carta y oí su llanto desde el otro lado de la casa, corrí hacia ella y aun sin leer la carta supe que no cumplirías tu promesa. Pero en verdad no entendía aun lo que realmente había sucedido. El saber que te habías ido era un hecho para mi, pero no podía entender todavía que era para siempre, hasta que en otoño llego el ataúd donde yacía tu cuerpo y en ese momento te empecé a extrañar, a recordar, a llorar, y fueron varios los días que solo pase sin hablar, las noches que casi no dormía, las comidas que no consumía. Te sepultamos junto a nuestro padre, frente al árbol de cerezo en el fondo del jardín. Al poco tiempo parecía que madre había envejecido más rápido, y luego la empecé a ver poco. Se había convertido en una sombra. Sabía yo que ella nunca salía ya que se escuchaba como hacía sus que haceres, y también la oía sollozar algunas noches, e incluso yo mismo en un principio lo dejé todo. Ya no entrenaba, ya no paseaba, ya no pensaba. Y esa tarde de invierno, en el comedor con madre, festejábamos tu supuesto cumpleaños. Madre había cocinado lo que mas te gustaba y sirvió tres platos, uno de ellos frente de tu imagen junto a una vela prendida, y ninguno de los dos habló durante esa cena. Por un instante tuve ganas de llorar, pero sabía que ella no lo aguantaría y se retiraría, y por una vez en varios años pensé, "¿Que haría nuestro padre si viviera?". Lo sentí y me retiré del salón. Y esa noche comencé a entrenar de nuevo dispuesto a hacer lo correcto. Por primera vez sentí una ira incontenible.

Había recién llegado a la salida del pueblo, y sentí que al abandonarlo se perdía una parte de mí, ¿Como te sentiste tú cuando te marchaste? Supongo que orgullo. Servir al país es un gran honor, y pocos son convocados como capitanes para dirigir en combate como paso contigo. En verdad eras un gran guerrero, de eso no hay dudas. Lastima que el mundo nunca mas verá blandir la espada como tú lo hacías, y moverte con la energía que emanabas. Eras un artista en verdad y es raro en verdad entender como falleciste recibiendo una sola cortada en el vientre. Varios meses me tomo cruzar el país, atravesando esos ríos, caminando por montañas, surcando praderas, luchando bandidos, buscando respuestas, y sin embargo de todo lo vivido, nada me enorgullecía más que cumplir mi palabra, y al pisar la arena de esa playa estaba más cerca que nunca de realizar mi cometido. En esa tarde, con el sol llegado a su trayecto final del día, se vislumbraban algunas estrellas en el oriente, y unas nubes provenientes del sur.

Una tarde, mientras entrenaba, se acercó a mi nuestro primos, sí, ese que partió contigo a la guerra. Entró con las lágrimas en los ojos, y una expresión de terror que jamás había visto. Se arrodillo frente a mi, y desesperado me contó la verdad de como habías muerto. Aquel relato fue crucial, sentí realmente que hablaba de ti y ensalzó aun más tu imagen noble ante mí. Me contó de esa noche fatal, cuando discutieron con el y otro oficial sobre atacar una aldea de campesinos para sembrar el pánico a sus enemigos, y que debía empezar con la ejecución de una mujer que había sido capturada cerca del campamento. Supe que la defendiste y ordenaste que la liberaran y que al siguiente día marcharían a su verdadero objetivo, no era tu intención involucrar en la guerra gente sin armas, pero tus ideales te costaron la vida. Al salir de la tienda fuiste atravesado por aquel miserable traidor y su espada, aquel que no supo ver tu grandeza, y nuestro primo que no solo no te ayudo, si no que además colaboró en el gran engaño que desato la masacre de ese pueblo y generó una gran victoria aplastante sobre sus enemigos, que ya permanecían demasiado hambrientos para pelear al recibir el ataque. Cuando finalizó su relato me imploró que lo inmolara, puesto que no merecía vivir, y que la vergüenza lo destruía. Ya no había alcohol lo suficientemente fuerte para hacerlo olvidar ni vicio que le hiciera pasar un buen rato. Solo quería que lo matase y yo solo permanecí inmóvil con los dientes apretados y mis manos en la espada. Pasó un minuto eterno hasta que saco de su tunica el cuchillo y se cortó el vientre y al ver como gritaba y lloraba, lo ayude a terminar con su agonía en aquel instante, aunque si tal vez no hubiera querido hacerlo.

Subí los escalones y abrí la puerta lentamente y al ver en el interior solo vi un hombre enfermo. Me acerqué a el, junto a donde descansaba y me pidió agua. Lo acompañe un par de horas. Le pregunté a que se debía su enfermedad, y sintiendo que no lo quedaba mucho tiempo, me pidió que le dejara contar su vida contar su vida por ultima vez. En verdad mucho no presté atención hasta que contó del día que fue llamado a pelear. Había sido puesto bajo las órdenes de un joven guerrero, al cual confesó tener envidia, a tal punto de asesinarlo para proceder en su camino. En verdad el confesó que en aquél entonces el no comprendía el significado de la grandeza de un hombre. Tiempo despues fue condecorado por su gran victoria en el frente y por una supuesta venganza a tu nombre, y fue invitado a unirse a los altos generales en la capital.

Una noche de invierno tuvo un sueño hermano mío, en aquella noche en la que te asesinó, y que luego tu imagen se hacía enorme y cambiaba. El pedía ayuda y no podía escaparse de ti y que tu rostro tomaba ligeros cambios y una mirada severa. Al despertarse entendió lo grave que había sido su mal. Abandonó la mansión donde vivía, y nunca contó la verdad, pues sabía que de hacerlo toda su familia tendría que suicidarse. Fue a la playa donde enfermó misteriosamente unos meses antes de mi llegada, y nunca paraba de tener ese sueño.

Cuando termino la historia me quité el casco y el paño del rostro, pues en verdad no quería que me viera y al verme sus ojos se engrandecieron y dejaron caer un par de lágrimas, y su expresión era igual a la que tenía nuestro primo antes de morir. Un gran miedo se apoderó de el y lo aplastó, pues no pudo hablar en un principio y solo me señalaba y entendí que aquella imagen diferente del sueño era yo. Dijo que hiciera lo que debía que hacer, pues era lo justo en verdad, y señaló una espada en un rincón diciendo que fue la misma con la que te mató, y que nunca más fue ni lavada ni usada. La tome y me acerqué a el y me senté. Nos miramos un rato y lo hice hermano, hice lo que era justo. Lo perdoné, pues el estaba arrepentido, su mirada lo decía, y yo no quería que falleciera de esta forma, estando enfermó. Me levanté tomando la espada y me marché, y antes de cerrar la puerta me pidió una vez mas que lo matara, que cumpliera mi venganza, a lo cual repuse que esta ya se había cumplido por si sola, que debía cargar ahora con su vida, pues morir era demasiado fácil. Y volví a casa.

La lluvia que cae sobre mi, discurre por mi armadura y lava la sangre de la espada que hace tiempo permanecía manchada, y frente a esta tumba, tambien mis lagrimas caen sobre el terreno y lavan el dolor de hace tiempo, que como espina clavada en mi corazón, atormentaba en mis sueños. Y en cuanto pueda moverme me iré, pero ahora solo conservo este momento en mi corazón, ahora se bien como se siente. Es paz.



Autor: Es un texto que se diría un poco clasico, y me pareció interesante probar a no poner nombres en este cuento. Surgia a medida que escuchaba una melodía muy linda, si me la piden se las paso.